¿Dónde está la confianza?
Algunos piensan que es una utopía, para otros no es más que otra “palabra” pero, queramos o no, la palabra “confianza”forma parte de nuestra vida, por lo menos, para los que algún día recibimos ciertos valores cristianos, confiar es “poner fe” en algo o en alguien y nos educaron para creer en algo, más allá de que sea o no, dogmático.
Todo muy bonito ¿verdad? Pues bien, eso se ha acabado y no es sólo por los políticos, porqué más allá de esta “banda de truhanes” que pretende decidir nuestra vida, la confianza es tan necesaria en una sociedad, como la gasolina, que hace funcionar el motor de la economía, que a su vez genera recursos de todo tipo a una sociedad que hoy está desolada, sola y lo peor, sin ninguna esperanza.
En el mundo empresarial, la confianza es un valor preciado, pero desgraciadamente no presupone, para nada, el éxito de una empresa; éste es el problema, a la vista tenemos la mayoría de negocios triunfales, que esconden a menuda prácticas más que dudosas y sin duda, una enorme especulación, a eso, el Nobel Jacinto Benavente, lo bautizaba como intereses creados y ahora los gurús del tema le llaman: costos necesarios y se escudan en la competitividad, pero el caso es que, empresas como telefónica otras operadoras, los repsoles, gas, eléctricas, o los negocios de la soya transgénica, la ingeniería genética aplicada a piscifactorías, granjas y más, dominan nuestros métodos de alimentación y sobrevivencia.
Nadie confía en este tipo de empresas, pero de alguna forma dependemos de ellas, a veces la excusa para huír de su dependencia es que lo “eco” y lo “bio” es más caro, y puede que lo sea, pues al final , somos tan consumistas que ponemos precio hasta a la salud, sabemos que es malo, pero lo comemos, entendemos que no nos hace falta pasarnos el día con el móbil, pero, nos escondemos detrás de este aparatito para huír del cara a cara, que es la comunicación verdadera.
Con los ejecutivos, trabajadores y empleados, pasa lo mismo, los obreros no se fían de sus representantes y no están seguros de si defienden sus intereses o simplemente su salario de “liberados”, de los jefes, mejor ni hablar, ya que a la mayoría les tocó representar el puesto, sin entender la diferencia entre jerarquía y afinidad, en consecuencia hacen lo mínimo para no arriesgar y al final ni mandan ni dirigen, por eso, la poca gente que se atreve a dejar un proyecto, lo hace porque no se siente reconocido por sus jefes.
Y al final, todos somos responsables de esta desconfianza general, porque lo malo, es que no hace falta examinarse de la asignatura de la confianza, como tampoco lo fuera de los “masters” y las universidades somos fábricas de “titulitis” que sólo sirve para llenar un currículum, pero que a la hora de demostrar, nos damos cuenta que estamos rodeados de directivos y líderes mediocres y por eso, nadie se fía de nadie, qué triste ¿no? Pues es lo que hay y todo, absolutamente depende de tí, o sea, de cómo te enfrentes al tema.
La solución, yo creo que es fácil, consiste en conocerse uno mismo, en desaprender las malas prácticas de los últimos años, recordar aquellos valores que heredamos especialmente de los abuelos, pues la generación anterior, que nació de la sobreprotección de padres de la postguerra, como yo, no sirve. Hay algo muy claro, si quieres saber hacia dónde debes ir, debes saber dónde estás, lo que quieres de verdad y cómo vas a conseguirlo, por tanto confía un poco en tu verdad y puede que los demás te acompañen en el camino, pero sobre todo, no te equivoques y no lo hagas al revés, nadie debe decidir por ti o fracasarás.